junio 13, 2007

Gracias, Antonio

Un día como hoy, hace varios siglos, subió al cielo este insigne caballero portugués, que el mundo conoció como Antonio de Padua.

En el año 1223, vistiendo el hábito franciscano, Antonio se encontraba en Rimini con el propósito de predicar -con ese carisma especial que poseía- para convertir a los cátaros que constituían casi toda la población. Tras muchos razonamientos y discusiones, llegó el momento en que aquéllos ni siquiera quisieron escuchar los argumentos del fraile.

Ante esto, Antonio tuvo la lucidez de seguir la inspiración que lo llevaba a trasladarse hasta la orilla del mar, donde empezó a gritar: "Oigan la palabra de Dios, ustedes, los pececillos del mar, ya que los pecadores de la tierra no la quieren escuchar". A su llamado, se congregaron miles de peces, que sacudían sus cabezas en señal de aprobación a las palabras del joven predicador.

El prodigio trascendió y conmovió a la ciudad entera, cuyos miembros se corrieron la voz de inmediato y acudieron a presenciarlo. En Rimini, se atribuye a este hecho, y al de la borrica hambrienta que se postró en adoración ante la Eucaristía antes de buscar su alimento, la conversión de los cátaros al catolicismo.

Antonio fue un hombre de inteligencia sorprendente, que siempre demostró humildad y sencillez. De esa humildad podríamos aprender un poco, para comprender que este mundo ha sido puesto a nuestros cuidado y responsabilidad. Siguiendo la doctrina de Francisco de Asís, maestro de Antonio, demostremos gratitud y respeto hacia los seres que nos acompañan, y tomemos conciencia de que somos hermanos de la creación y no sus amos o señores.

1 comentario:

Anónimo dijo...

San Antonio en Rímini